jueves, 4 de mayo de 2017

CONCURSO LITERARIO "HISTORIAS DE CINE". GANADORES


Los premiados en el concurso literario "Historias de cine", han sido:

MODALIDAD B-SECUNDARIA

ACCÉSIT: Eluney Prats Fares. 1º B- "Los crímenes del museo de cera"

ACCÉSIT: Patricia Moreno Ostiz, 1º-B- "Rebeca"

DOS PRIMEROS PREMIOS

Natalia Cárcamo Perojo, 1º A, con el relato inspirado en la escena de la película "El chico"

Andrea Herrán Pérez, 1º C, "Horizontes perdidos"

MODALIDAD B-CICLOS FORMATIVOS Y BACHILLERATOS

PRIMER PREMIO

Lucia Cortabitarte Viota, 1º Bach. "Arsénico por compasión".

TRABAJOS PRESENTADOS Y PREMIADOS 

Natalia Cárcamo Perojo, 1º A, con el relato inspirado en la escena de la película "El chico"


Una mañana muy fría y oscura en la ciudad de las sombras, donde todo cuanto estaba al alcance de la vista estaba cubierto por una fina capa de nieve.
En las calles, pocos valientes se atrevían a desafiar el dominio de tan cristalino oponente. Muchos de los niños en aquella ciudad morían de hipotermia, entre los callejones, donde se acurrucaba, entorno a una débil lumbre,rezando para que el sicario de la nieve, no llegara a aparecer.

Un pequeño deshollinador de unos nueve o trece años, no más, se disponía a entrar en la casa que compartía con su padre y su desabrido compañero de negocios. Al abrirla puerta, la bisagra chirrió, produciendo un sonido gutural que al pequeño deshollinador, le recordó a los gemidos de su madre, cuando casada con su padre, intentaba que sus hijos pudieran comer un trozo de pan al día.

La madre del pequeño deshollinador murió, a manos de su padre bebido. Al igual que su hermana que intentaba vender fósforos, y le había pedido dormir en casa, pero el dijo:
"¿Cómo osas desafiar la capacidad de tu padre para dirigir un negocio? ¡Ni se te ocurra llamar a mi puerta si no vendes por lo menos diez míseras cajas de cerillas!" Esa fue la última ves que la vi.

-¿Qué traes hoy mozuelo?- El pequeño deshollinador extendió su huesuda mano ante la imponente figura de su padre, que desprendía una peste a tequila, portador de dos dientes negros como su corazón, y en la boca, un puro recién encendido, que producía una estela de humo desagradable. El conjunto de todos los defectos que lo personificaban formaba parte de las peores pesadillas del pequeño deshollinador.

En la negruzca palma de su mano se hallaban unas cinco libras.

-Muy bien muchacho, hoy tienes suerte, te dejaré alimentarte a base de los restos de mi cena-
Dijo con aquel brillo en los ojos que le provocaba beber el whisky que le vendía el tabernero de la esquina.

-Pero...e-es Navidad..._intentó vocalizar mientras bajaba la mirada hasta sus desnudos pies manchados de hollín.

Una figura se descubre tras la desbaratada y sucia cortina.

-Se ve que nuestro pequeñajo piensa que va a tener regalos de...Navidad_ Dice mientras a carcajadas coge las botella que hay encima de la mesa, bebe un trago, y acto siguiente la tira contra la pared, en la que se rompe en pequeños pedacitos de color verde, como pequeñas esmeraldas esparcidas atropelladamente.

_Mientras nosotros,_sentencia acercando su cara a la del chico_estemos aquí y seas menor, tendrás que hacer lo que nos plazca...pequeño asno.

El compañero de su padre tenía una nariz grande y desagradable, ojos rasgados de color marrón casi negro como sus pensamientos, y unos dientes amarillos y descolocados como quien tira las piezas de un ajedrez al suelo. Su mera presencia hacía que el pequeño deshollinador sintiera una sensación en la boca...como si hubiera tragado un jarabe agrio e intenso, que le bajara por la garganta tediosamente.


Ahora lávate las manos y la cara, y ponte a vender cerillas, ¡Haragán!_ le ordena mientras el chico se dirige al pequeño e incómodo lavabo, que hay detrás de un destartalado muro cuya única conexión con la sala en la que estaba era una portezuela de madera podrida corroída por las termitas.
Detrás de la plancha de madera inservible aparte de encontrarse la letrina, se hallaba un pasadizo secreto debajo de un grupo de baldosas de color amarillo desteñido al lado del pilón. "Después de lavarme las manos y la cara" penso él animado.
Después de haberse aseado, marechó por su astuto escondrijo. Era un túnel, pero no un túnel cualquiera, este túnel surcaba toda la ciudad, desde su humilde morada, hasta la casa de...la muchacha de rojo.
Todos los días, a las ocho en punto, una pequeña jovenzuela, de unos doce o trece años, no más, se asomaba al balcón con un vestido rojo carmín, y se ponía a contemplar las estrellas, con una sombra de tristeza y nostalgia en sus ojos color caramelo, y su cabellera suelta como llamas desatadas danzando con el viento. Ella apartó la mirada de las estrellas , y tras unos minutos de vacilación, descubrió el pequeño deshollinador. Él, asustado por haber sido descubierto, intentó retornar a las profundidades de la ciudad...pero ella se anticipó.

¿Quién eres pequeño deshollinador? Pregunta con curiosidad.
Él se queda paralizado mirando sus acuosos ojos.
_Siempre acudes a mi ventana, todas las noches ¿Quién eres?_ Pregunta ansiosa de obtener una respuesta.
_Nadie merecedor de vuestro preciado tiempo_ Response.
_Bueno, pues por lo menos decidme vuestro nombre_
_El que a usted más le agrade._
Después de unos momentos de meditación la muchacha se decide.
_¿Os parece bien que os llame "Pequeño Deshollinador"?
_Me parece perfecto._
_¿Cómo os gustaría llamarme?_
_¿Po...podría llamaros "Muchacha Escarlata?
Tras un instante de deliberación alega con una resplandeciente sonrisa.
_Me parece perfecto_

Al día siguiente después de la reprimenda de su misógino padre, el pequeño deshollinador a la misma hora que el día anterior se dirige al pintoresco pasadizo.
_¡Eh, bastardo, por lo menos podrías ir a la tienda de la esquina a por una botella de whisky para un pobre pecador...!
_Claro..._ Al pequeño deshollinador no le hacía falta ir a la taberna para conseguir alcohol. Él tenía unas cuantas botellas almacenadas en el túnel. Sacó una de las botellas de reflejo plata. Entró en la habitación, y como de costumbre se encontró a la pareja de negocios durmiendo a pierna suelta encima de mugriento tapiz, dejando tras de sí, un charco de vino. Aun así dejó el whisky encima de la cenicienta chimenea.

_Llegas tarde._ Dijo entristecida.
_Siento no haber podido llegar antes, pero no tuve elección._
_Bueno, me gustaría que me acompañaras a un sitio._ El pequeño deshollinador acompaña a la muchacha escarlata hasta un gran portón recubierto de una fina capa de baño de oro, y espléndidos ángeles tallados sobre la gruesa madera.

_Aguarda aquí unos minutos._ Dijo mientras desaparecía tras el umbral.

El pequeño deshollinador no sabía lo que les depararía esa visita. ¿Llamarían a la policía para que se lo llevara? ¿Le condenarían a ser un deshollinador personal por haber espiado a la muchacha escarlata?

En unos segundos obtuvo la respuesta.

La muchacha escarlata se había cambiado de indumentaria, iba vestida con un delicado vestido de flores azules y hojas verdes.

_Puedes entrar sin miedo, pequeño deshollinador, no ha nadie más que yo en casa.

El pequeño deshollinador posa su desnudo pie en el precioso suelo.

El salón estaba adornado con un lámpara de araña que simulaba una falda de cristales, una estantería del tamaño de la mismísima pared y un cuadro cuyo marco blanco con bordes dorados y pequeñas flores dentro de sí, rodeaba el dibujo de un cervatillo trotando por un valle verde.

_Ven conmigo.

El pequeño deshollinador la sigue a través de un pasillo blanco inmaculado con lámparas simples y bonitas adornando el techo. La acompaña a la pequeña Colibrí a una habitación ocupada por una gran bañera, con bordes dorados y flores pintadas.

_Hasta que no tengas un aspecto docente_dice medio entre risas_no podremos mantener una conversación normal juntos. Intentad asearos.

El chico, no salía de su asombro. ¿Acaso había otro tipo de pila que fuera más grande que la suya?

Aparte de la descomunal tina, vio una delicada silla con florituras en cuyo respaldo se hallaban unos pantalones largos azules, una camisa de un color blanco inmaculado, y unos escarpines negros en el asiento.
La muchacha escarlata se hallaba en una profunda reflexión sobre las consecuencias, que sus actos podían acarrear, aunque ya estaba al corriente, de los riesgos de sus propósitos. Lo único que la inquietaba, era lo que escondía las sombras. Aprieta las manos mientras piensa. Su padre le dijo, que las sombras se habían llevado a su madre y le aterraba la idea de que se llevaran a su padre o ella misma. Los dedos se le habían quedado peligrosamente blancos.

Un crujido atronador la aleja de los pensamientos lóbregos, y la sobresalta.

_Siento haberos importunado.

La muchacha escarlata, se da la vuelta y descubre a una persona totalmente diferente a la que había visto entrar en el tocador. Ahora tenía ante sus ojos un niño alto y apuesto.

_Parece que os sienta bien la ropa que os he dejado encima del reclinatorio.

Alega con una sonrisa.

_Si, la verdad aunque no me lo esperaba.

El silencio ocupa el lugar de las palabras.

_Bueno, Pequeño Deshollinador, en realidad hay una razón de peso para dejarte entrar en mi casa, pero tendrás que descubrirla tú solo, mientras lo averiguas, quisiera que me acompañaras algunos días por las tardes.

_Para mí sería todo un placer.

_Gracias,...bien...¿Sabes jugar al ajedrez?

En el transcurso de la tarde, la relación entre el pequeño deshollinador y la muchacha escarlata se va haciendo más familiar.
Los días, los meses y los años pasan rápido para la pequeña pareja. El chico llega a conocer al padre de la muchacha escarlata, que es un vendedor de barcos, este le propone convertirse en su aprendiz. Él acepta la propuesta. Y el padre de la muchacha escarlata decide que el día de la mañana de Navidad, partirían a Nueva Orleans, donde se establecerán junto a la casa de su hermano.

Aun así no todo son buenas noticias para él.

Su padre cada día que pasaba le mandaba hacer trabajos más arduos, y limpiar aún más chimeneas, pero eso no le afecta al pequeño deshollinador, él seguía adelante y desempeñaba todas las tareas por fatigosas que fuera. Aunque algunas veces tenía que escapar de los trabajos para poder reunirse con ella.

_Pequeño deshollinador...¿Cuál es tu verdadero nombre?

El pequeño deshollinador sonrió cariñosamente.

_Me llamo Peter.

_Yo me llamo Emma.

Tras una pausa él añade:

_No os parece muy raro que después de todo este tiempo...todavía no supiéramos nuestros nombres.

Las risas se extienden por la casa.

El padre de Peter, un día que se disponía a lavarse las manos, mete el pie en las baldosas amarillas sin querer, y su peso hace que se caiga. Así, de esta forma tan tonta, descubre el alijo de bebidas allí escondidas, coge una, y sigue el camino que marca el túnel.

Acaba dando con la casa de la muchacha escarlata. Entre en un estado de cólera el deducir dónde ha estado su hijo, cuando no se hallaba en casa.

La muchacha escarlata oye sonar el timbre. Delibera la posibilidad de que sea él, pero no lo cree posible, es demasiado tarde. Abre la puerta y la figura corpulenta del padre de Peter, se halla tras el umbral. La luz de las farolas, hacen que sus ojos parezcan pozo negros sin fondo.

_¡¿Qué le has hecho a mi hijo?! ¡Maldita bruja!_ Dice mientras le echa las manos al cuello.

Emma se zafa de sus manos, y se pone a correr por el pasillo. Él la sigue, dando zancadas. 
Intenta escaparse por la ventana, pero no le da tiempo. Para cuando habia abierto la ventana, él ya la había alcanzado el cuello.

_¡¡Socorro!!

_Aquí nadie puede oirte, así que cierra la boca. ¡Arpía! ¿Unas últimas palabras?

A la vuelta de trabajar, Peter se encuentra a su padre frente a él, sentado en la butaca, ya deteriorada, por el paso del tiempo.

_Hijo, como padre tuyo que soy, tengo que cuidar tu educación y velar por tu futuro.._

_¿Qué...?

_Quiero darte la tarde libre._

Peter no se lo creía. Algo malo tenía que haber en aquello para dejarte ir.

Le dio un vuelvo al corazón. Corrió hasta su pasadizo y comprobó que estaba abierto. Las manos le empezaron a temblar compulsivamente.

Para cuando salió del túnel ya sabía lo que iba a ver.

Apoyó la mano suavemente sobre la puerta, intentando auto-convencerse de que era descabellado, pero todo apuntaba a eso.

Entró en la casa despacio, pasó por el pasillo y llegó a la habitación. Y...la halló en el dormitorio, como si estuviera en un sueño profundo.

Rompió a llorar, y notó un puño oprimiéndome el corazón.

Al lado de su mano inerte se encontraba su padre, con la faz roja, y apretándose las sienes inconscientemente, mientras producía sonidos desesperados.

El padre de la muchacha escarlata, pospuso el viaje.

El funeral se celebró, el mismo día en el que se suponía que debían haber partido hacia Nueva Orleans. El padre de Peter acabó en la cárcel, gracias a la denuncia de una vecina que había oído un grito de socorro. Después de unos meses, el padre de la muchacha escarlata, adoptó a Peter, y le convirtió en su aprendiz.

A la edad adulta, Peter se casó con la hija de un vendedor de barcos de cerca de la zona, llamada Helen. Tuvieron tres hijos, George, Beatrice y Arthur.


Nota de la autora:

Las personas somos como gotas de agua, y la vida, como el trayecto que hacen estas del cielo al suelo.
Personas que bailamos en el aire, nos cruzamos con otras gotas, nos juntamos, nos multiplicamos, nos dividimos, y nos evaporamos...volviendo al cielo.




Andrea Herrán Pérez, 1º C, "Horizontes perdidos"




Lucia Cortabitarte Viota, 1º Bach. "Arsénico por compasión".






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